Día 6 – El Evangelio Primero
- Orlando Rodríguez Fonseca

- 14 jul
- 2 Min. de lectura
Lectura base: Gálatas 1:3-5
Tema: No lo olvidaste, pero quizás lo has abandonado
Pablo no esperó al final de la carta para hablar del evangelio. Lo presentó al inicio, como si dijera: “Antes de cualquier exhortación, déjame recordarte lo esencial”. ¿Por qué? Porque los gálatas no lo habían olvidado intelectualmente, pero sí lo estaban abandonando en su manera de vivir. Y eso es más peligroso. Es posible recordar las palabras correctas y, al mismo tiempo, funcionar bajo un sistema equivocado.
En solo tres versículos, Pablo resume el corazón del evangelio en cuatro verdades poderosas. Primero, ¿quiénes somos? Personas perdidas, incapaces de salvarnos, atrapadas en un mundo dominado por el pecado. Nuestra condición no era de debilidad, era de muerte espiritual. No necesitábamos inspiración, necesitábamos un rescate.
Segundo, ¿qué hizo Dios ante nuestra condición? Envió a Jesús. No para ser un guía o un maestro moral, sino para ser sustituto. Él “se dio por nuestros pecados”. No nos lanzó un manual desde la orilla. Se lanzó al mar a salvarnos. La cruz no fue simbólica, fue sustancial. Tomó nuestro lugar y absorbió la condena que merecíamos.
Tercero, ¿cómo respondió Dios Padre al sacrificio de Jesús? Lo aceptó. No pidió más. No esperó tu desempeño. Lo que Cristo hizo fue suficiente. Fue perfecto. Y esa perfección fue aplicada a favor tuyo. La salvación no tiene cuotas pendientes. Está pagada.
Y cuarto, ¿para qué lo hizo? Para Su gloria. Porque el evangelio no gira alrededor de nosotros, sino de Él. No somos el centro. La cruz no es un aplauso a nuestra dignidad, sino una exaltación de su gracia.
Este evangelio —que muchas veces creemos conocer bien— puede desactivarse en la práctica si empezamos a vivir como si dependiera de nosotros. Pablo lo sabía. Por eso lo trajo desde el inicio. Porque el evangelio no es solo el punto de partida: es todo el camino. Es el sistema completo, no solo la introducción.
Verdad para atesorar
El evangelio no se abandona solo cuando se niega con la boca, también cuando se reemplaza en la vida práctica. No lo olvides: la cruz fue suficiente.
Oración
Señor, no permitas que me aleje del centro. Que nunca trate de añadir a lo que Cristo ya completó. Enséñame a vivir cada día desde la cruz, no desde mis méritos, mis emociones o mi pasado. Que el evangelio no solo lo predique con mi boca, sino también con mi manera de vivir. Amén.
Preguntas para reflexión personal
¿Estás recordando el evangelio solo con la mente o también con tu vida?
¿En qué áreas estás actuando como si Cristo no fuera suficiente?
¿Qué hábitos o pensamientos indican que has abandonado el evangelio en la práctica?
¿Qué cambios puedes hacer hoy para vivir desde la cruz, no desde el esfuerzo humano?
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