Cuando las Luces se Encienden
- Orlando Rodríguez Fonseca

- 1 dic
- 2 Min. de lectura
Título del día: La Luz que Cambia Todo
Texto base: Juan 1:4 (NBLA)
“En Él estaba la vida, y la vida era la Luz de los hombres.”
Siempre comienzo mis predicaciones con una pregunta, una que te obligue a detenerte un momento, mirar hacia adentro y reconocer dónde estás. Hoy no es la excepción.
Así que contesta con sinceridad:
¿Ya montaste y decoraste el árbol de Navidad?
Yo sí.
Y antes de que alguien lo dude, debo aclarar que, entre todos los adornos posibles, solo puse lo esencial: las luces.
No puse lazos.
No puse esferas.
No puse cintas, guirnaldas, piñas, ramas, ni estrella.
Solo luces.
Y al prenderlas me di cuenta de algo muy simple… pero extremadamente profundo:
Sin luces, el árbol se ve triste. Apagado. Incompleto.
Las luces lo transforman.
Y de la misma manera —pero en una escala infinitamente mayor— la Navidad nos recuerda dos realidades espirituales:
Jesús, la verdadera luz, vino al mundo.
Juan 1:4 nos dice que Su vida trajo luz a todos.
Él no vino a decorar nuestra existencia… vino a iluminarla.
Si la luz vino al mundo, es porque el mundo estaba en oscuridad.
Oscuridad externa.
Y oscuridad interna.
Las luces en el árbol son hermosas… pero son apenas un símbolo.
Un recordatorio.
Una sombra de lo que Cristo realmente hace en nosotros: ilumina el valle, el alma, las partes de nuestra vida que se han ido opacando sin darnos cuenta.
Esa es la invitación del Adviento: mirar la luz… y reconocer nuestra oscuridad.
Esta semana caminaremos juntos a través de este valle iluminado, reflexionando sobre lo que significa que la luz haya venido a nosotros.
Preguntas para reflexionar hoy
¿Qué parte de mi vida se siente “apagada” o incompleta esta temporada?
¿Qué he tratado de “decorar” por fuera sin permitir que Cristo ilumine por dentro?
¿Cómo necesito recibir hoy, de nuevo, la luz de Jesús?
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