Día 12 – Un Mensaje Que No Se Modifica
- Orlando Rodríguez Fonseca

- 22 jul
- 2 Min. de lectura
Lectura base: Gálatas 1:11–14
Tema: El evangelio no necesita ajustes
¿Alguna vez has recibido algo que tuviste que modificar?
Quizás te trajeron comida mientras estabas enfermo, pero estaba sosa, así que tuviste que sazonarla.
O fuiste a una clase donde no explicaron bien y tuviste que buscar más información.
Te prestaron un traje, pero no te quedaba bien y tuviste que ajustarlo.
O compraste un mueble con instrucciones confusas que tuviste que reinterpretar.
¿Por qué hacemos esto?
Porque lo que recibimos es humano, imperfecto. Y sentimos la libertad de modificarlo, mejorarlo o completarlo.
Pero Pablo afirma con toda claridad en Gálatas 1:11–12 que el evangelio no fue recibido de hombres, ni lo aprendió en una clase, sino que lo recibió por revelación directa de Jesucristo.
Este mensaje no necesita ajustes. No se puede mejorar. No es un producto humano que puedas adaptar o editar.
Quien lo entregó fue Cristo mismo. Y por eso, el mensaje viene con todo el poder necesario para transformar vidas.
Pablo lo sabía muy bien.
En los versículos 13 y 14, él comienza a recordar cómo era antes de ese encuentro con el evangelio:
Era un perseguidor violento de la iglesia. No buscaba a Dios; perseguía a los de Dios.
Era un hombre orgulloso de su desempeño religioso, celoso de las tradiciones humanas, convencido de que su conducta lo hacía superior.
Lo vemos también en Hechos 8:3 y 9:1–2:
Pablo no estaba “en búsqueda”. Estaba “en guerra”. Y, aun así, el evangelio lo transformó.
Antes de Cristo, Pablo era todo lo opuesto a lo que Dios pide:
fanático, egocéntrico, agresivo, legalista.
Y por eso su historia demuestra que la gracia no se gana, se recibe.
Él mismo lo escribió en Filipenses 3:4–6 (NTV):
“Si alguien pudiera confiar en sus propios esfuerzos, ¡ese sería yo!”
Pero todo ese currículo religioso solo lo alejó más de la verdad.
Y es aquí donde esta historia se conecta con nosotros:
Cuando creemos que nuestras prácticas, reglas o apariencia externa nos hacen más santos que otros, nos estamos alejando del evangelio.
Cuando pensamos que, por asistir a más reuniones, vestir de cierta forma o cumplir ciertas normas ya somos mejores creyentes, nos estamos alimentando de la misma altivez que tenía Pablo antes de su conversión.
La religión de las obras no nos hace más humildes… nos infla el ego.
Pero el evangelio verdadero no produce orgullo.
Produce humildad, dependencia, y gratitud.
Verdad para atesorar
El evangelio no necesita ser modificado. Cuando lo recibimos como es, produce transformación genuina, no orgullo espiritual.
Oración
Señor, gracias por revelarme tu evangelio, no como un mensaje humano, sino como tu verdad divina. Guárdame de querer ajustarlo o añadirle. Líbrame de la arrogancia espiritual y ayúdame a vivir en humildad, reconociendo que todo lo que soy es por tu gracia. Amén.
Preguntas para reflexión personal
¿Has sentido alguna vez que tu comportamiento te hace “mejor cristiano” que otros?
¿Tiendes a añadirle reglas o expectativas humanas al evangelio que recibiste?
¿Cómo puedes cultivar una fe que dependa más de la gracia y menos de tu esfuerzo?
%20(100%20x%20100%20px).png)



Comentarios