Día 26: Una decisión que lo cambia todo
- Orlando Rodríguez Fonseca

- 11 ago
- 2 Min. de lectura
Lectura base: Gálatas 2:12-13
Tema: El riesgo de arrastrar a otros con nuestras decisiones
Hay decisiones y conductas que pueden acarrear consecuencias negativas y arrastrar a todo un pueblo. Un claro ejemplo lo encontramos en Roboam.
Cuando heredó el trono de su padre Salomón, recibió un reino unido y fuerte. Sin embargo, al enfrentar una petición legítima para aliviar las cargas impuestas en el reinado anterior, buscó consejo. Los ancianos le recomendaron responder con bondad, asegurando así la lealtad del pueblo. Pero Roboam prefirió escuchar a los jóvenes que habían crecido con él, quienes le aconsejaron responder con dureza. Su decisión fue fatal: provocó una ruptura irreversible. Diez tribus se rebelaron, el reino se dividió, y lo que Dios había unido bajo David y Salomón quedó fracturado.
En Gálatas 2 encontramos algo similar. Pedro, con una sola conducta —apartarse de los gentiles por miedo a los judaizantes— arriesgó la unidad de la iglesia y puso en peligro el mensaje mismo del evangelio.
Él sabía que la obra de Cristo había derribado el muro que separaba a judíos y gentiles; que Dios estaba formando un solo pueblo de toda raza, lengua y nación. Lo había visto y defendido en Hechos. Pero aquí, en Antioquía, Pedro ya no es el mismo defensor. Ya no come con gentiles; ahora se sienta con los judaizantes.
Esta conducta amenazaba directamente tres pilares del evangelio:
La libertad que tenemos en Cristo.
La aceptación de todos los creyentes como iguales ante Dios.
La identidad de un reino sin etiquetas.
Y lo más serio es que, sin pronunciar palabra, Pedro estaba enviando un mensaje distorsionado. Su miedo y su actitud decían más que cualquier sermón. Y como vimos con Roboam, no fue solo su vida la afectada: otros, como Bernabé, terminaron arrastrados.
Cierre:
Hoy debemos recordar que nuestras decisiones no se quedan solo en nosotros. Cada paso que damos, especialmente en asuntos de fe, tiene el poder de edificar o dividir, de acercar a otros a Cristo o alejarlos de Él. Que nuestras acciones reflejen siempre el diseño original del evangelio: unidad, gracia y verdad.
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