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Día 29: El corazón del mensaje de Dios

  • Foto del escritor: Orlando Rodríguez Fonseca
    Orlando Rodríguez Fonseca
  • 14 ago
  • 2 Min. de lectura

Lectura base: Gálatas 2:16-19

Tema: Justificados solo por la fe



Pablo no se queda en señalar la conducta de Pedro; da un paso más. Mueve la conversación de lo personal a lo doctrinal. La razón es clara: lo que Pedro hizo no solo era un error social, sino que tocaba el corazón mismo del evangelio.


El núcleo de su explicación es la justificación por la fe. ¿Qué significa? Que todo ser humano es pecador. La ley de Dios —Sus mandamientos— nos lo deja en evidencia, mostrando que ninguno la ha cumplido perfectamente. Por lo tanto, somos culpables delante de Dios.


La pregunta es inevitable: ¿Cómo puedo ser absuelto si he fallado? Pablo responde con total claridad:


“El hombre no es justificado por las obras de la ley… por las obras de la ley nadie será justificado” (v. 16).

Tres veces, en un solo versículo, repite lo mismo para que no haya duda. Cumplir la ley no salva. La ley es como un espejo que muestra la suciedad en tu rostro, pero no puede limpiarte. Su propósito es llevarte a reconocer que necesitas un Salvador.


Ese Salvador es Cristo. Él vivió la vida perfecta que tú no podías vivir y tomó el castigo que tú merecías. Al creer en Su obra y en Su resurrección, Dios te declara justo, aunque en ti mismo sigas siendo incapaz de cumplir la ley por completo.


Pablo resume su experiencia diciendo:


“Mediante la ley yo morí a la ley, a fin de vivir para Dios” (v. 19).

La gracia no te da licencia para pecar, sino libertad para vivir para Dios sin la condena de la ley.



Aplicación:

No intentes presentarte ante Dios con tu propio récord de “buena conducta”. Solo Cristo puede presentarte limpio. La justificación no se gana, se recibe por fe. Y cuando la recibes, vives agradecido, obedeciendo no por miedo a condena, sino por amor a quien te salvó.

Comentarios


Sobre nosotros

"En cambio, hablaremos la verdad con amor y así creceremos en todo sentido hasta parecernos más y más a Cristo, quien es la cabeza de su cuerpo, que es la iglesia. Él hace que todo el cuerpo encaje perfectamente. Y cada parte, al cumplir con su función específica, ayuda a que las demás se desarrollen, y entonces todo el cuerpo crece y está sano y lleno de amor."

Efesios 4:15-16

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