Día 42 – Redimidos de la ley
- Orlando Rodríguez Fonseca

- 9 sept
- 2 Min. de lectura
Lectura base: Gálatas 4:4–5
Tema: No esclavos, sino hijos
Reflexión
No se trata de menospreciar la ley. La ley es santa y justa; su función es mostrarnos el carácter de Dios y nuestro pecado. Cuando la ley nos acusa, tiene razón. Somos pecadores por naturaleza, incapaces de cumplirla a la perfección (Jeremías 13:23; Efesios 2:3). Ella nos señala como culpables y nos deja sin excusa.
Pero Pablo nos recuerda una verdad gloriosa: “cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para redimir a los que estaban bajo la ley” (Gálatas 4:4–5). Cristo no solo cumplió algunos mandatos; se sometió a todo el peso de la ley y cargó con su condena. El sudor de sangre en Getsemaní, su clamor en la cruz, su abandono, todo testifica que sufrió el aguijón de la ley hasta el final.
La palabra “redimir” indica un rescate, un precio pagado para liberar a un esclavo. Así nos compró Jesús, no para volver a ser siervos de reglas externas, sino para hacernos hijos adoptivos del Padre.
Volver a la ley como medio de aceptación sería deshacer lo que Cristo ya hizo. Sería como el hijo pródigo que quiere regresar a casa como siervo, olvidando que el Padre ya lo recibe como hijo (Lucas 15:18–19).
Hoy, como ayer, surgen falsos evangelios que mezclan gracia y esfuerzo humano. Un ejemplo moderno es la enseñanza del mormonismo: “somos salvos por la gracia, después de hacer cuanto podamos” (2 Nefi 25:23). Esa frase niega la esencia del evangelio. La gracia no se da a quienes “hacen lo suficiente”; se da precisamente a los que nunca podrían ganarla. Si la gracia se gana, ya no es gracia.
Verdad para atesorar
Cristo nos rescató de la condena de la ley pagando el precio en la cruz. No somos esclavos que deben ganarse un lugar, sino hijos adoptados por pura gracia.
Oración
Padre, gracias porque Jesús se puso bajo la ley y cargó con mi condena. Gracias porque ya no vivo como esclavo, sino como hijo amado. Hazme descansar en la obra perfecta de Cristo y no en mis propios esfuerzos. Amén
Preguntas para reflexión personal
¿Tiendes a relacionarte con Dios como esclavo que teme fallar o como hijo que confía en el amor del Padre?
¿En qué momentos has sentido la tentación de añadir condiciones humanas a la gracia de Dios?
¿Cómo puedes vivir hoy agradecido por tu redención, en lugar de tratar de ganártela?
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