Adorar es Vivir
- Orlando Rodríguez Fonseca

- 11 nov
- 1 Min. de lectura
Texto base: Romanos 1:21-23 (NTV)
El diseño original de Dios nunca fue confusión, ansiedad, competencia, lucha interna o auto idolatría.
Cuando miramos el Génesis, no vemos un Edén pasivo, sin propósito, sin movimiento, sin acción. Adán y Eva no estaban tirados en una hamaca comiendo uvas. Ellos tenían trabajo. Responsabilidades reales. Administración. Cuidado.
Pero ese trabajo era expresión perfecta de algo mucho más grande:
Adorar es vivir. Vivir es adorar.
En el Edén, el hombre y la mujer vivían en pureza de adoración sin separar lo espiritual de lo cotidiano. No había angustia, no había comparación, no había competencia, no había ego. Cada acción era una respuesta natural hacia el Dios que los creó.
Ese era nuestro diseño original:
Existir para la gloria de Dios.
Pero la caída distorsionó ese diseño. La necesidad de adorar no se apagó… pero el objeto de adoración cambió.
La serpiente introdujo el veneno más sutil, peligroso y profundo:
adorarte a ti mismo.
Desde ese punto, el ser humano se convirtió en un creador de ídolos:
identidad… trabajo… relaciones… logros… reconocimiento… éxito… opiniones externas…
Adoramos cualquier cosa menos al Creador.
Y como consecuencia, vivimos crisis existenciales, porque el alma no encuentra propósito donde no fue diseñada a encontrar vida.
Nuestra crisis no es falta de propósito…
Nuestra crisis es falta de adoración a Dios.
Preguntas para reflexionar hoy:
1. ¿En qué área se me hace más fácil sustituir la adoración a Dios por otra cosa?
2. ¿Qué evidencia en mi semana revela que estoy adorándome a mí mismo?
3. ¿Estoy viviendo desde la identidad restaurada por Cristo… o desde la identidad distorsionada por la caída?
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