Cuando la vida se vuelve rutina

Texto base: Salmo 16:11 (NBLA)

Me darás a conocer la senda de la vida; en Tu presencia hay plenitud de gozo; en Tu diestra hay delicias para siempre.

Hay un peligro silencioso que todos enfrentamos: vivir automatizados.

Hacer el trabajo porque toca. Estudiar porque hay que estudiar. Ir a la iglesia porque ya eso es “lo que se hace”.

Cuando la vida se vuelve mecánica… la adoración deja de ser adoración.

Y cuando la adoración se pierde… el propósito se diluye.

Por eso aparecen esos amaneceres de 6:00 a.m. donde uno se mira al espejo o a la taza de café y piensa:

“¿Qué sentido tiene esto?”

“¿Para qué estoy aquí?”

Sin dirección, el corazón pierde adoración.

Y sin adoración… pierde propósito.

Nuestro diseño original siempre ha sido adorar. Somos como carros creados por el diseñador maestro. Cada pieza encaja con una razón de ser. Cuando tratamos de sustituir el diseño original por algo “aparentemente mejor”, algo se desbalancea. Algo se siente fuera de lugar. Algo queda hueco.

Por eso la vida se vuelve pesada.

Por eso todo se siente más difícil de lo que debería.

Por eso incluso dentro de la iglesia, a veces, la adoración se siente vacía.

No es que Dios esté lejos.

Es que a veces nosotros estamos intentando funcionar fuera del propósito original.

Preguntas para reflexionar hoy:

1. ¿Qué área de mi vida se ha convertido en rutina en vez de adoración?

2. ¿Dónde estoy intentando reemplazar el diseño original de Dios por mi propia versión “mejorada”?

3. ¿Estoy dispuesto hoy a volver al diseño original?