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¡Mis buenas acciones! ¿Realmente son buenas?

  • Foto del escritor: Orlando Rodríguez Fonseca
    Orlando Rodríguez Fonseca
  • 6 jul 2020
  • 4 Min. de lectura

Durante los últimos tres años Puerto Rico ha pasado por eventos naturales que han marcado nuestras vidas. El 20 de septiembre del 2017 fuimos devastados por uno de los ciclones más catastróficos de la historia, el huracán María. Además, desde el 28 de diciembre del 2019, la zona sur de la isla ha sido víctima de innumerables movimientos sísmicos, siendo el temblor ocurrido el 7 de enero de 2020 el más fuerte registrado y sentido en toda la isla en lo que ha sido toda una secuencia que, hasta la fecha, sigue ocurriendo en esta zona tan afectada. Como si fuera poco, desde el mes de marzo nos unimos a la lista de lugares afectados por la pandemia del Covid-19 provocando un tiempo de distanciamiento físico y un cierre temporero de todas las actividades económicas y sociales del país.


Han sido tiempos muy difíciles. Escenarios inimaginables para cada uno de nosotros. Sin embargo, en cada situación de adversidad que hemos enfrentado, he escuchado una frase que ha hecho eco en mi corazón. Siempre hay alguien que dice en estos momentos de crisis: “Esta situación difícil lo que va hacer en nosotros es sacar lo bueno o malo que hay en los corazones.”


Ciertamente esta expresión encierra una cruda verdad. Hemos visto corazones que han trabajado hasta el cansancio para llevar artículos de primera necesidad, amor, alegría y esperanza a aquellos que lo necesitan. Por otro lado, hemos visto en un pequeño sector de la población que, por la avaricia, ambición y deseo de poder han querido utilizar estos eventos difíciles y el sufrimiento ajeno para satisfacer sus deseos egocentristas.


La Biblia es clara al decirnos que el ser humano tiene un problema en el corazón (mente). Nuestra voluntad está atada al pecado que encerramos en nuestro interior (Gn. 6:5). Muchos de nosotros pudiéramos vernos como gente buena que de vez en cuando hacemos algo malo, pero la Biblia nos muestra todo lo contrario. (Sal 14:3, Mt. 7:11, Rom. 3:10-12). De hecho, aunque nos cueste admitirlo, muchas de las buenas acciones que hacemos encierran en lo más profundo de nosotros intereses que terminan siendo perversos y egolátricos (Is. 64:6). Esto porque cuando la promoción y el reconocimiento son nuestros pilares para una buena acción, estamos construyendo para nuestra exaltación y gloria. En otras palabras, si mi buena acción me glorifica, estoy tomando un papel que no me corresponde, porque el único que merece ser glorificado es Dios. Permíteme ser más directo; si la intención de tu buena acción es reconocimiento, promoción, exaltación y/o gloria, tú eres tu Dios. Un papel que desde el principio hemos querido usurpar (Gn.3:5)


Ahora bien, ¿Cómo sabemos si nuestras acciones son realmente buenas? Permíteme darte tres pilares iniciales que debemos tomar en consideración.


UN CORAZÓN REGENERADO

Como ya mencioné, nuestra voluntad está esclavizada al pecado. Lo queramos o no, en esta condición nuestras buenas acciones solo se harán por los motivos incorrectos. Por lo tanto, nuestra voluntad necesita ser libre del dominio absoluto del pecado. Necesita ser transformada y guiada al sentido correcto (Jn. 3:5-8). ¿Quién si no Dios, nuestro creador y quien preparó el camino de las buenas acciones para que anduviésemos en ellas (Ef. 2:10), puede transformar nuestra voluntad por el poder de Su Espíritu? Es por eso que es vital que hayas venido a Cristo en arrepentimiento y fe, y que constantemente le pidas a Él que te transforme y disponga tu voluntad en sincronía con la suya. Así comprenderás el verdadero motivo y propósito de las buenas acciones.


CONOCER EL VERDADERO MOTIVO Y PROPÓSITO DE LAS BUENAS ACCIONES

Para conocer el segundo y tercer pilar es necesario contestarnos dos preguntas. Primero, ¿Por qué lo hago? Los motivos correctos nos llevaran a las acciones verdaderas. Si mi buena acción tiene el motivo de obtener algo, ya sea de una persona o de Dios, tal acción no es genuina. Por ejemplo, algunos creyentes tienen la idea de que el realizar buenas acciones pueden llevarlos a un nivel de favoritismo con Dios, una “unción especial” o en algunos casos, el poder adquirir la salvación. Cuando haces tus buenas acciones por los motivos mencionados, lo haces equivocadamente. Ahora bien, el motivo de nuestras acciones no es para ganar algo, sino más bien porque ya hemos ganado algo. Cuando entiendes plenamente que Dios te ha salvado por gracia (Hch. 15:11, Ef. 2:5), que su favor, bondad y amor que recibes de Él no es producto de algún mérito o capacidad especial que tengas, comienzas a entender por qué lo haces. Cuando tal pensamiento provoca en ti un profundo agradecimiento hacia Dios y lo que ha hecho por ti, de tu interior nace un deseo de demostrarle tal agradecimiento por medio de acciones. Entonces, has entendido el motivo correcto de obrar para bien. No obramos para bien porque queremos algo, sino porque ya lo tenemos sin merecerlo.

Una segunda pregunta que debemos hacernos es: ¿Cuál es el propósito de las buenas acciones? El propósito primordial de una buena acción debe ser que siempre glorifiquen a Dios. Esto implica que tu mente debe estar convencida que lo que haces es para que Dios sea visto y no tú. Por lo tanto, los que vean o reciban tu acción deben glorificar a Dios (Mt 5:16). Para esto es importante precisar que una buena acción que glorifique a Dios debe estar basado bajo sus estándares. En otras palabras, las acciones basadas en intenciones legítimas, pero lejos de su orden y voluntad no nos sirven. (Lv. 10:1-2, 2 S. 6:1-11). Después de todo, Él preparó el camino de las buenas obras para que caminemos en ellas, no para que las modifiquemos o hagamos nuevos caminos. Es por eso que es tan importante que nuestros corazones sean transformados, que nuestro motivo sea el correcto y que conozcamos el propósito de nuestras acciones.



NUESTRAS BUENAS ACCIONES PASADAS POR EL FUEGO

¿Cuán importante para nosotros es saber si nuestras acciones son realmente buenas? En 1 Corintios 3:13-14 dice: “La obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa”. Qué triste sería creer que vamos a alguna parte y al final darnos cuenta que todo fue una ilusión. Qué triste sería estar en la presencia de Dios y darnos cuenta que nada de lo que hicimos fue por el motivo correcto, en Su propósito y bajo Su voluntad.

Tus acciones, ¿son realmente buenas?

 
 
 

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"En cambio, hablaremos la verdad con amor y así creceremos en todo sentido hasta parecernos más y más a Cristo, quien es la cabeza de su cuerpo, que es la iglesia. Él hace que todo el cuerpo encaje perfectamente. Y cada parte, al cumplir con su función específica, ayuda a que las demás se desarrollen, y entonces todo el cuerpo crece y está sano y lleno de amor."

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